Comparto en esta publicación el artículo de Vicenc Fisas sobre las posibilidades de la paz en Ucrania. En estas últimas tres décadas, la Historia de la Paz y la Investigación para la Paz han ofrecido significativas evidencias sobre negociaciones de paz y transformación de conflictos armados, muchas veces, como en el caso de Colombia, arraigados y de larga duración.
Si bien ninguno de estos casos exitosos puede aplicarse o replicarse en forma exacta en otro proceso de negociación de paz; sin lugar a dudas hay muchas lecciones por aprender de todos ellos, especialmente ahora que Colombia cuenta con una valiosa e irrepetible oportunidad para finalizar la violencia del conflicto armado interno e iniciar el proceso de construcción de paz en el postacuerdo. Siempre hay posibilidades para transformar los conflictos en mención, las negociaciones de paz tienen alcances y no estamos irremediablemente atados a la violencia.
UCRANIA: LA PAZ ES POSIBLE
Vicenç Fisas
(Director de la Escuela de Cultura de
Paz de la UAB y autor del “Anuario 2014 de procesos de paz”)
Como tantos conflictos, el de Ucrania se ha vuelto tremendamente
pasional, lo cual es siempre un problema porque disminuye la
capacidad de lo racional, pero al mismo tiempo es uno de los
conflictos que ha generado más propuestas de paz en poco tiempo.
No es, por fortuna, un “conflicto huérfano” u “olvidado”, sino muy
mediático, por la movilización de opiniones, actores primarios y
secundarios, y especialmente de algunos organismos regionales,
como la OTAN o la UE. Es más, los que añoraban la guerra fría y su
consecuente militarización de las relaciones internacionales,
están desempolvando los viejos manuales de disuasión para tomarse
el pulso y jugar a la amenaza de la guerra, como si no hubiéramos
aprendido las lecciones del pasado, y a pesar de la falta de ideas
y de estrategia para parar de inmediato los conflictos de Siria,
Gaza e Iraq, para poner tres ejemplos de tremendas dimensiones en
su impacto letal o humanitario, amén de su capacidad
desestabilizadora.
Ucrania no es conflicto de buenos y malos, sino un conflicto en
el que intervienen de entrada muchos actores y factores, que se
van modificando a lo largo del tiempo, y de forma bastante
acelerada, pero con posibilidades de converger a corto plazo las
demandas presentadas por cada uno de los actores principales, es
decir, el Gobierno de Kiev y las dos regiones del este del país,
rusoparlantes y muy vinculadas con Rusia . En ningún caso se trata
de un conflicto de los que con los años deviene “intratable”, sino
justamente lo contrario. Es un conflicto resoluble, con una cierta
claridad en los intereses, más allá de las posiciones militaristas
desatadas ya en los primeros momentos, en los que se abandonó la
posibilidad de defender dichos intereses de forma pacífica y
noviolenta, lo cual no es garantía de nada (recuérdese lo que
ocurrió con las primeras manifestaciones pacíficas en Siria), pero
siempre es lo más recomendable, como primera opción, cuando se
produce un enfrentamiento de intereses. La desconfianza de estos
momentos entre unos y otros se debe, precisamente, a que nadie ha
dejado espacio (pedimos semanas, no años) para el alto el fuego y
la activación de la diplomacia.
No ha ayudado mucho la ambigüedad de Putin, con propuestas
interesantes en diversas ocasiones, pero dejando actuar al mismo
tiempo a fuerzas militares sin identificar, rozando lo ridículo
por su evidencia. Pero sin su concurso no habrá solución, y habrá
que dejarle espacio para ser coprotagonista del remedio. Ucrania
no puede ser un conflicto con vencedores y vencidos, sino un
conflicto “win-win”, donde todos ganan porque han decidido
colaborar en la búsqueda, discusión y aprobación de una fórmula
satisfactoria para todas las partes. Para ello, sería conveniente
tomarse en serio la actual propuesta de alto el fuego, y
concienciarse de que es mucho más efectiva la política del
teléfono (la diplomacia) que la de la artillería, que además
afecta mayormente a la población civil. También ayudaría no caer
en catastrofismos, para no usar la palabra histerismo, respecto a
potenciales veleidades expansionistas de Rusia respecto a países
ya independientes y ajenos a la órbita moscovita. No creo que
Putin vaya con estas intenciones, pero en cambio es comprensible
(al menos para mí) su temor a que la OTAN se vaya expandiendo por
el este europeo y desaparezcan los “países tapón o colchón”.
También es un contrasentido que los países de la OTAN actúen con
prudencia en lo económico, por el alto precio a pagar por un
hipotético corte del suministro del gas (algo que tampoco
favorecería a Moscú, por lo que es improbable), y en cambio
quieran enseñar musculatura militar de manera más bien simbólica.
Propondría dejarse de intimidaciones de esta naturaleza, para
centrarse en lo que pueden dar de sí las propuestas de paz que han
ido apareciendo. En abril ya hubo una primera propuesta, aunque
corta, aceptada por Moscú y Kiev. El 20 de junio, el presidente
Poroshenko anunció un plan de paz muy interesante, con elementos
que se han vuelto a plantear en la reunión del pasado viernes, con
una plataforma de doce puntos que dan mucho juego para la
negociación.
Sólo con estas propuestas, en cuya elaboración han participado
Kiev, Rusia, Estados Unidos, la UE y la OSCE, hay material
suficiente para negociar con los líderes políticos y militares de
las regiones del este ucraniano, puliendo aspectos ahora
controvertidos, pero no irresolubles, como si se concede una
autonomía avanzada (descentralización) o un régimen federal, si se
acepta la lengua rusa como idioma de uso en esta región, y por
tanto se respeta, o pasa a ser cooficial; la compatibilidad de
vincularse de alguna forma con la UE y de ser parte de la Unión
Económica Euroasiática, etc., a lo que se podrían añadir otros
elementos (dos pasaportes para quien lo solicite, declaración de
neutralidad por parte de Ucrania, por ejemplo). En definitiva, no
será la OTAN quién resolverá el conflicto, sino el cumplimiento de
un alto el fuego duradero que permita una negociación con todos
los actores, con garantes menos punitivos y más diplomáticos (me
refiero a EEUU y la UE) y un rol claro de la OSCE como instancia
verificadora. La solución está en la participación y en una
ejercicio de escucha de los intereses de cada cual, sin la
interferencia del uso de la fuerza y de la vuelta al pasado, y con
el objetivo puesto en una solución donde todos ganen.
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